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El silbato marcó el final y la gente, extasiada, aplaudía y vitoreaba de pie. Los jugadores, en el centro del campo, miraban al suelo mereciendo el cielo. Habían dado todo lo que estaba a su alcance por regalarle una alegría a su gente. Habían entrenado duro y habían sorteado la fase de grupos arañando ratos de fútbol, con mucho corazón. Pero no había alcanzado y aun así, la gente los reconocía. Habían emocionado a un país hambriento de alegrías. Sediento de goles. No pudieron igualar a los héroes de la Copa América 2011, que entraron séptimos. Pero este decimo puesto en la Copa América Trinidad y Tobago 2023 es toda una consagración.
La dramatización anterior tiene una suerte de nexo introductor con mis sensaciones de fracaso. Me tomé un tiempo prudencial y necesario para transcribir estas líneas de dolor. Mati se me adelantó incluso cuando yo tenía escrito en la mente este texto. Hoy terminó la Copa América. Argentina, la local, la favorita, fue eliminada hace más de una semana por el campeón.
Me tome este tiempo para poder analizar fríamente la actuación del equipo. No caer en la facilidad subjetiva de cuestionable estudio de gritar a los cuatro vientos que era evidente que Tevez iba a errar el penal. Para no repetir lo redundante de que Gago no pudo mantener el nivel que tuvo ante Costa Rica. Para no negar que Argentina no mereció perder el partido e incluso, posiblemente jugó mejor. No llorar que el Rusito Pérez, quien abría el marcador santafesino, debió irse expulsado al comienzo del partido resulta piedra angular para empezar un nuevo proyecto. Se terminó el tiempo para jugar sin identidades, bajando de Taringa esquemas de equipos españoles con un software superior. Argentina es un desastre, la mayor y las inferiores. Siento vergüenza por Lionel Messi, que tiene que soportar a esta gente estúpida que tiene el privilegio de ver al mejor del mundo y le cuestiona que no cante el himno o que es español.
Creo que no soy el único que está harto de ver llorar a Mascherano. Creo también, que no soy el único que piensa que su ciclo en la selección prima en forma decreciente desde el mundial 2006 a esta parte. No hay un volante de jerarquía probada en el medio. O quizá no de la jerarquía de que precisamos. Gago, Banega, Biglia... Son buenos jugadores y muy poco más. Cambiasso, titular en el inter desde hace más de seis años, aporta en ataque pero con muy poco pase profundo. Un Verón, un Riquelme hoy son necesarios como agua en esta selección de Messi +10 promesas (o nueve y Zanetti) . Volantes que hagan ida y vuelta, que abran la cancha por afuera. Hoy jugadores de esa jerarquía no existen. Hay ilusiones en Lamela, en Ricky Álvarez. Particularmente, para las eliminatorias le pongo unas fichitas a Iturbe para abrir la cancha.
Mañana despedirán a Batista. Mis sueños de ver a Bielsa en la selección, el último técnico que duró más de dos años, quedará enterrado en Euskadi. Pero antes de designar a cualquier otro técnico, llámese Sabella, Bianchi o cualquier otro de una necesaria probada experiencia, deben parar la pelota y pensar a donde vamos. Argentina, cuando uno quiere relatar un problema, o buscar una solución, armar un rompecabezas, arranca por lo conocido, lo probado, lo parecido.. El principio. Hoy se necesita a José Pekerman en inferiores. El más exitoso entrenador en dicha categoría que incluso forjó una mayor que jugaba un buen fútbol. Creo que empezar por este punto es fundamental para inicialar una reinvención.
Sino, seguiremos bajando por la áspera colina del fracaso y el mal juego. Careciendo absolutamente de una identidad. Caeremos tan bajo que en unos años, un séptimo puesto en una Copa de diez equipos será recordada como un éxito, estos jugadores serán verdaderos héroes y el Checho Batista, hoy insultado, tendrá en el obelisco uno que otro altar.